lunes, 8 de enero de 2018

Pavlusha


Dasha, le invito a sentarse a la mesa y le sirvió un tazón de sopa caliente.
- Tómatelo, de dijo con voz maternal y sincera.
Mientras Ivánov entraba en calor en la cocina del burdel de Baran, Dasha lo sometía a una bateria de preguntas, propias de una tía soltera que quiere ponerse al día de la vida de su sobrino querido, que acaba de regresar del infierno.
Dasha, tras todas las preguntas le decía, antes de que el joven contestara.
-Te veo bien, estas tan hombre, tan mayor, si Mila te viera.
Cuando acabó la sopa, le sirvió un vodka, y le dijo.
-Ve a mi casa y espérame allí, te llevaré algo para cenar y me cuentas.
Y tras decir estas palabras, Dasha lo abrazó con fuerza, le dio unos sonoros besos y le metió en el bolsillo del gabán, un paquete de cigarrillos.
Ivánov, estaba dormido cuando regresó Dasha. Se había quedado traspuesto en el sillón que, la cocinera de Baran, tenia delante de la chimenea. Dasha entro en las habitaciones que tenía alquiladas en el barrio judío, al lado del mercado de Nikolski y colocó sobre la estufa de hierro fundido, la fiambrera en la que traía al muchacho, un guiso de atún. Para Dasha, Ivánov seguía siendo el niño ultra protegido de Mila, el niño que ella también habia ayudado a criar, en aquellos años tan duros donde Pavlusha, como matrona del burdel, se quedaba con casi todas sus ganancias obligandolas a soportar mil penurias, hasta que llegó la cartilla amarilla, que les permitía ganar algo de dinero y dejar de estar sometidas a la esclavitud impuesta por la usurera de la mujer de Baran.
En Ivánov, aquella noche volvio a aflorar el niño travieso y consentido que fue en aquellos años duros y que él, vivió entre algodones, gracias a los sacrificios de Dasha y Mila, que vendían la efímera frescura de sus cuerpos, mientras eran desplumadas, por la zafiedad de la perra vieja de la matrona del burdel de Baran.



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